Prospecto

Entiendo por qué lo haces -porque quieres que todo salga bien, que todo sea seguro- pero no me gusta cuando lees la composición del medicamento y me hablas de los posibles efectos secundarios como si fueran contraindicaciones.

Conozco bien la dolencia y sé que este es el fármaco más específico y eficaz: suple todas mis carencias, alivia los síntomas y dolores y me permite hacer las cosas que antes no hacía.
Desde que lo tomo me siento infinitamente mejor: sólo puedo dar gracias a todos los laboratorios en los que se fue desarrollando con el tiempo, a todas las personas que intervinieron en su composición hasta depurarlo, porque -sin saberlo- colaboraron entre sí para dar con la fórmula perfecta para mí.

Te agradezco que te esfuerces en hacerme consciente de que corro el riesgo de hacerme adicta y también que me recuerdes las consecuencias que conllevaría abandonar el tratamiento sin motivo. Es un químico potente y hay que llevar cuidado.

Pero no te preocupes. El riesgo merece la pena. No hace falta que me alertes.
Deja que nos vayamos adaptando el uno al otro, el medicamento y yo.

Es cierto que a veces me dan vértigos, pierdo el sueño o duermo durante horas.
Que sonrío sin motivo, se me suben los colores, me río a carcajadas y empiezo a llorar.
Que no presto atención a lo que antes era importante, convierto en imprescindibles detalles diminutos y no puedo dejar de escribir.

Pero me da la vida.

Así que déjate de letra pequeña y sigue administrándome mi dosis diaria de sonrisa culpable.

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